Soy Fátima María y fue hace 25 años que, a semejanza de Nuestra Señora, delante de la comunidad religiosa, de familiares y amigos, pronuncie mi Sí: “¡Aquí estoy, Señor! Fue un sí de amor como respuesta al amor que experimentaba de Dios.
¿Tus orígenes?
Nací en el seno de una familia cristiana y soy la más joven de siete hijos. Crecí en un clima de amor, de sencillez y de vivencia de los valores cristianos. Al final de mi curso catequético sentí un gran deseo de continuar vinculada a la comunidad parroquial en algún grupo, y comencé a pertenecer al grupo de catequistas, grupo de la Legión de María y grupo coral.
¿Qué inquieto deseo del corazón te hizo entregar más?
Tuve amigos, me gustaba pasear, divertirme…pero en el corazón comencé a sentir la necesidad de entregar más, de donarme más. Buscaba incesantemente que algo llenase mi alma, algo profundo que pintase de sentido mi existencia. No sabía qué, ni cómo, ni dónde ni cuándo… pero intuía una llamada a comprometerme, a ser más generosa. Profundicé en mi fe, y mi relación con Jesús comenzó a ser más próxima e íntima, más real.
¿Cómo se desarrolló en ti esa vocación tan clara y entregada a la educación de niños y jóvenes?
Me gustaba estar con los niños y hablarles de Jesús. Una de las semanas mundiales de oración por las vocaciones, al leer el mensaje de San Juan Pablo II, donde invitaba a los jóvenes a no tener miedo de preguntar al Señor de la mies: “Señor, ¿qué quieres de mí? … su frase me interpeló y comenzó a salir de una forma recurrente en mi oración. A veces me preguntaba a mí misma ¿y si Dios me llama para seguirlo? ¿qué le diré? Estas preguntas me asustaban. Al mismo tiempo me hacían experimentar paz interior y el deseo de conocerlo mejor. Fui dándome cuenta de que sólo con Jesús y su forma de amar, se es sal y luz.
¿Esa experiencia de sentirte amada, te ayudó a amar?
La experiencia de sentirme y saberme amada por Dios, me llevó a desear responder con amor a ese AMOR. Entonces, la fuerza de seguir a Jesús en la vida consagrada, comenzó a tener más sentido, a ser más fuerte.
Con apenas 17 años participé en un retiro de discernimiento vocacional organizado por las Esclavas de la Santísima Eucaristía y de la Madre de Dios y aquí estoy. Al terminar el retiro comuniqué a las hermanas mi decisión y solicité mi entrada en la casa de formación en Braga. Me siento feliz y realizada.
¿Se mantiene esa pasión inicial por alcanzar niños, por anunciar la Buena Noticia, por educar?
Hoy después de más de 25 años puedo decir que el “Si” inicial implicó e implica muchos otros “síes” y que esa respuesta de amor al amor de Dios por mí, excede todos los deseos y “amores humanos”. Soy una persona feliz, escojo todos los días a Dios en mi vida como lo primero. Y lo hago, no de una forma etérea e imprecisa, sino más bien concreta. Cada niño, niña, cada situación me abre las puertas de la gracia, me hace descubrir la profundidad de un amor que no tiene límites, que nos alcanza a todos, nos busca y sobre todo, que no nos limita. Ser consagrada al fin, implica escoger todos los días en total libertad, vivir la pasión por Jesús y su pasión por el Reino en la infancia, juventud, en tantas realidades….
En diciembre de 2012, di inicio a una nueva aventura, una llamada a dejar mi país, mi zona de confort y partir para otro lugar lejano y desconocido. País nuevo, nueva comunidad, hermanas y jóvenes nuevos, otra cultura, novedosos desafíos.
Timor L’este me esperaba. Vine llena de entusiasmo, fiada, confiada… vine dispuesta a renacer a tantas cosas… escuchar a Jesús que me decía: “¡Id por el mundo entero y anunciar la buena nueva a toda criatura!” (Mc 16,15)
Aquí estoy en Timor desde 2015. Iniciamos una nueva fundación, una nueva comunidad, que actualmente es la casa de formación para las jóvenes timorenses que desean hacer un camino de discernimiento vocacional para descubrir si Dios les llama a la Vida Consagrada. También iniciamos un nuevo centro educativo para niños de enseñanza preescolar. A semejanza de Madre Trinidad, un nuevo Sagrario se abrió para recibir a Jesús Eucaristía, para que sea más conocido llamado. “Acercar a los niños a Jesús Eucaristía”.
En enero de 2018 tuve una nueva llamada a salir para otra fundación. Éramos tres hermanas y ahí comenzamos a dar los primeros pasos para un nuevo centro educativo para niños y jóvenes. Allí colocamos un Sagrario más, un tabernáculo para que Jesús sea adorado, conocido y amado. Y los niños, tan verdaderos y tan originales, captan enseguida ese amor que yo experimenté, a través de todo lo que hacemos. Mucho o poco, pequeño o grande, el amor es la dosis que no puede faltar.
A lo largo de estos años de misión en Timor mi experiencia de misión se resume en ser presencia de Dios junto todas las personas con las cuales voy contactando. Si, presencia de Dios que cuida, acompaña, consuela … y, sobre todo, que ama. Hoy, vivo la misión como formadora y animadora de comunidad, pero también de madre espiritual que encarna en su vida una vocación impresionante de educación y acompañamiento. Termino diciendo: ¡Vale la pena decir SÍ! Nada hay que temer cuando quien nos espera al otro lado del mundo, es el propio Dios un Dios que es amor, un Dios que sólo sabe amar y dejarse amar.