El día 20 de noviembre por la tarde, nos dirigimos al Lar Bakita con Irma Verónica que es ahora la responsable del Lar. Después de la pandemia tuvieron que despedir a la mayor parte del personal que trabajaba aquí y retomar antiguas responsabilidades sin dejar lo esencial.
Actualmente hay 40 niñas, con edades comprendidas entre los 2-18 años. La semana anterior, por poner un ejemplo de lo que supone este proyecto de la Fundación para los niños de Angola, acogieron a 2 niñas más de una familia cuya madre murió en el parto. Las familias grandes suponen grandes alegrías y grandes responsabilidades también. El padre, único miembro de la familia para asumir la tarea de la educación y el cuidado de los niños, se queda con un niño de 10 años y el bebé, pero no puede hacerse cargo de más.
Es triste el desmembramiento de la familia, pero sería aún más triste si estas niñas, no tuviesen la oportunidad de un sitio protegido y seguro como el Lar. En su mayoría, comparten historias más o menos parecidas. Al final, nuestro trabajo consiste en dar la vuelta a la situación, sacando fortalezas de las dificultades y construyendo junto a ellas sus caminos. Hacemos las veces de padres, madres, hermanos… en medio de la soledad del abandono que no pueden explicarse, el Lar es el sitio donde surge la esperanza, donde el futuro no se presenta para ellas tan incierto.
Llegan al Lar, directamente contactando con las hermanas o a través de las parroquias. No existen muchos lares en Luanda y la necesidad es acuciante. Todas provienen de situaciones de máxima necesidad: abandonadas en la calle, huérfanas sin apoyo familiar, padres alcohólicos, madres adolescentes… Se da el caso de una niña que, con 15 años se quedó embarazada. Hoy están las dos en el Lar.
El problema más grande pareciera este, o sea, el mismo hecho de quedar a la intemperie de la vida, a su suerte y sin destino seguro. Pero la cadena de vulnerabilidades no termina aquí. A los 18 años, las niñas tienen edad para abandonar el Lar. La realidad es que sin una guía, las niñas volverían a las situaciones deprimentes de las que se le rescató, no sería bueno para ellas. Fuera del Lar, las opciones se arremolinan alrededor de más vulnerabilidades: vuelta a la calle, prostitución o buscar marido para que las sustente. Es imposible que salga bien.
Uno de los proyectos que plantean las hermanas como reto para la Fundación M. Trinidad Carreras, es la generación de una bolsa de becas para que puedan seguir estudiando y rehaciendo su futuro de manera digna.
Una beca de estudios para una joven es de 14€/mensuales lo que supone 168€ anuales.